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8097026471
febrero 14, 2019
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Editorial
El sistema político y social ha colapsado en la sociedad dominicana. Hoy tenemos una máscara de lo que debe ser la democracia. No hay una acción que tome en cuenta los intereses de la mayoría.
Se va entronizando la división patrón y asalariado. Rico y Pobre. Bien nutridos y muertos de hambre. La división de clases, en un país de desclasados.
La democracia como debe ser vislumbrada en estos lares, tiene que ser participativa, tomando en cuenta las necesidades de los más necesitados, y el atesoramiento de riqueza por parte de los capitalistas.
La plataforma política y social dominicana hace tiempo que se arrastra por la arena movediza. Se le han hecho remiendos sobre la marcha que han permitido la convivencia, pero hoy, todos los estamentos institucionales se derrumban.
Si usted sale a las calles a realizar una encuesta, en muy contados participantes escuchará que tiene confianza en los partidos, en la justicia, en los organismos de seguridad, en las iglesias. Nadie cree en nada. Ese es el mayor síntoma de que el colapso nos lleva a la tumba.
Si la guillotina no baja su filoso filo, entonces la fuerza de las pasiones contenidas se desatará como el agua cuando llega al tope de la presa, y tiene que romper compuertas para buscar nuevos cauces.
Hay que evitar a tiempo los desbordes incontrolables de las masas, o que surja el hombre que se cree predestinado y sobre sus hombros levanta falsamente las esperanzas de la mayoría.
Es hora de que la justicia impere, que se ponga fin a la corrupción, que se distribuya mejor la riqueza y que haya menos pobres. Deseos y esperanzas que no pueden caer en vano, porque hay muchos que sufren los estragos de la indiferencia.
La prevención, para evitar los estertores exterminadores, es que se tome la espada de la justicia y se corte con sabiduría y prudencia. De seguir como vamos, ni siquiera unos pocos podrán cambiar, para que todo siga igual.
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